martes, 24 de junio de 2008

Desde el ropero

Y milagrosamente ocurrió la puesta en actividad. Todo cobró sentido pleno. Los guantes, el sofá carcomido, el velador de luz sedante, las miguitas en el piso. La chica de edad imprecisable, los rulitos en su cabeza pequeña, como si fuera una nena anciana. Un ventiluz cubierto de polvo de quien sabe quince días o más. No pienso en el cuarto de baño. Por algún motivo está limpio, lo quiero pensar limpio. Hay cosas que mejor no imaginar. ¿Fumó recientemente? No puedo responderlo, pero tuvo sin duda una juventud ¿o niñez? ligeramente alocada. Ahora el maquillaje es un revoque descascarado. ¿El otro tipo, al que le habla por teléfono? No sé. Corpulento. De camisita de mangas cortas, perfumado todo el tiempo, sonríe de costado y no fuma, le reprocha a ella que no lleva una vida sana. Ciclista, tal vez. De cereales comer.

Los guantes. Ella se enamoró o simplemente cayó aturdida ante él porque es un hombre ruidoso, son un símbolo, los guantes. No dejamos huella, en la vida en los otros. La chica hubiera querido que la tocaran siempre con guantes porque su piel se marca de nada, se ven hematomas. Con guantes, con guantes, le dijo ella ante las primeras caricias, y él al principio accedió, perverso, a fin de cuentas, como todos. Varón, mujer, varón, mujer. De chica, ahora, sueña con hijos pero no soporta la idea de que alguien en su cuarto también llore. Llorar es lo mío, dice, y yo la escucho. Siempre escucho.

Este es el sexto 43. Pero la ventana da al corazón de manzana. Pregunté por los víveres, no hay más que espárragos viejos. No pregunto por qué. Nunca me dio resultado.

Entonces la cadera desencajada, salida de donde debió estar, toda ella quedó mal acomodada en sí, alguien o algo la metió a presión en un cuerpo, un molde que no le cuadra. No es chiquita, está comprimida, repito, encajada a la fuerza, o quizá le extrajeron el agua y está deshidratada, o es un tema de la sangre. Pálida por eso.

Como el pez del agua ella vive de los colores que chupan sus ojos. No tiene buena circulación, todo el color del mundo se le queda en los ojos. Parece que está siempre sedienta, todo lo que ve le resulta poco. El cuarto se vuelve gris de tanto que ella lo mira.

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